Friday, July 1, 2016





Miryam Muñoz RocHE
Mi Padre
y Mis Dos Amores





CAPITULO I





Era el comienzo del verano en una isla paradisíaca en Hawai cuando una mañana Victoria se despertó sobresaltada de una pesadilla. En esta, ella bailaba un vals con su padre al lado del río donde ella se bañaba cuando era pequeña, pero él de repente se caía al agua y la corriente se lo llevaba. Entonces, ella se encontró bailando con el hombre más guapo que jamás había visto. Despierta, un torbellino de imágenes de la pesadilla pasaron por su mente mientras sudaba emocionada con desesperación preguntándose por qué había tenido esa pesadilla. La brisa fresca entraba por el balcón. Estaba silencioso y apenas empezaba a aclarar. Ella se dijo, “fue tan sólo una pesadilla.” No sabía que esa pesadilla podría cambiar su vida rápidamente, por eso, la olvidó y sonrió anticipando un buen día mientras miraba un avión que desaparecía en una nube.
Más tarde, cuando vio el sol entrando a su departamento penthouse en Waikiki, se levantó en su pijama rosado de ceda y abrió la puerta corredera de vidrio que daba al balcón. De pie en el balcón, miró al frente el mar azul mientras sentía la brisa fresca y miraba un yate que avanzaba hacia el horizonte. Abajo en la famosa Playa de Waikiki, muchas personas caminaban sobre la arena blanca mientras otros nadaban. Las palmeras en los jardines alrededor del edificio se movían lentamente bajo el cielo azul. Enseguida se bañó, se vistió, desayunó, y luego tomó su laptop y se fue a su consulta donde trabajaba como psicóloga.
     Cuando se subió a su Range Rover HSE, vio que eran las 8:30 horas de la mañana y sonrió al oír KTUH radio de la Universidad de Hawai tocando una de sus canciones favoritas. Ese miércoles, después que salió del estacionamiento, ella se sumergió en el bullicio del tráfico en la Avenida Kalakaua al frente de la Playa Waikiki. Era temprano. Afuera de los hoteles frente a la playa, muchas personas se subían a buses turísticos mientras que otros subían y bajaban equipaje. A ambos lados de la avenida, turistas  vestidos con poleras, pantalones, y aguallanas multicolores típicos de la isla, caminaban felices alrededor de la playa y al frente de restaurantes, hoteles, y tiendas. Más adelante, se veían turistas sentados en escaños verdes bajo la sombra de unas palmeras en frente de la playa mientras que algunos niños saltaban y reían jugando a la orilla del mar.   
Poco rato después, ella subió por una calle que serpenteaba un cerro llamado “Cabeza de Diamante.” A través del follaje a la derecha, vio el mar azul con sus olas blancas. En la cumbre, se estacionó y miró al frente al mar. Enseguida se bajó y vio a muchos jóvenes practicando surfing. La brisa fresca de la mañana movía su cabello rubio largo y lustroso sobre sus hombros. Cuando le tapó su cara, ella se lo echó para atrás con una sonrisa.
De repente, el sol se escondió detrás de unas nubes oscuras. Pensando que iba a llover, ella se apresuró para llegar a su trabajo. Mientras conducía, pensó en la tarea basada en la terapia cognitiva que le había asignado a su estudiante universitario deprimido, Peter. Pensó que él todavía estaba a la defensiva después de algunas sesiones para hablar de sus pensamientos inadecuados acerca de sí mismo y del mundo.
     Cuando llegó al edificio de treinta pisos con oficinas frente al mar, los enormes pilares en la entrada principal le recordaron la gran mansión de campo de su familia. Incluso cuando llovía o estaba nublado, sonreía cuando llegaba al edificio y caminaba a través del enorme lobby de techo alto al ascensor y sus zapatos de tacón alto resonaban en el piso de mármol. Esa mañana, la música clásica suave se escuchaba de fondo. Subió los treinta pisos muy contenta. Cuando el ascensor abrió, ella se dirigió a su oficina. Ahí, su secretaria, una mujer alta,  de piel bronceada, y pelo rubio sobre sus hombros vestida con un vestido multicolor, la saludó sonriendo:                     
       _Buenos días, Dr. Wellington.
       -Buenos días, Marta –le respondió ella.
En su oficina, Victoria se sentó detrás de su escritorio y miró a su alrededor. Su oficina era enorme.  Su gran escritorio de madera de cereza estaba al lado de un enorme ventanal de vidrio de piso a techo con vista al mar. El piso de mármol brillaba. Su silla y las dos sillas al frente de ella eran de cuero de color café.  En una de las paredes estaban sus diplomas y en otra habían retratos de psicólogos famosos. Uno de ellos era Freud. Cuando abrió su laptop, ella vio la agenda con la lista de sus pacientes para ese día. Cuando su primer paciente, Peter, entró, ella le ofreció café o jugo.
    -Un café, gracias –le contestó Peter en voz baja.
    Victoria le dijo a su secretaria que le llevara un café a Peter y uno para ella. Su secretaria rápidamente fue a prepararlos y estaba de vuelta con ellos en una bandeja.  Entonces, mientras Victoria conversaba con su paciente, su celular sonó, pero ella no lo respondió. Antes que viera a su próximo paciente, su celular sonó nuevamente, pero de nuevo no lo respondió. Mientras leía en la ficha quien era el siguiente paciente se preguntó quién pudo haber sido la persona que la llamó con insistencia. Miró su celular. Era una llamada de Yannette, su hermana menor, de Chile. Esperó un rato y luego le contestó. En segundos, tomó el celular y encontró que su hermana había dejado un mensaje en el buzón de voz, “Hola hermana, nuestro padre está muy grave… ” Victoria comenzó a llorar con mucha tristeza. Las lágrimas corrían por sus mejillas como un río. Su voz se quebró cuando dijo, “Papá, que Dios y María santísima le recobren su salud.”
Después de un rato, llamó a su hermana. Temblaba mientras marcaba el número.
–Nuestro padre está muy grave –dijo Yannette llorando.
–¿Qué le pasó?
–Está muy grave.
–¿A dónde lo tienen? –preguntó Victoria.
–En la cama –respondió su hermana llorando.
–¿Por qué no lo han llevado a la clínica? –preguntó Victoria.
     Su hermana guardó silencio por unos instantes, pues no sabía cómo decirle la verdad a Victoria. Pero luego, ella le dijo llorando y sollozando:
–Nuestro padre falleció.
Victoria se quedó en silencio por un largo rato y dejó su celular sobre su escritorio. No podía creerlo. Después lloraba con desesperación. Nunca había sentido tanta tristeza y desesperación. Miró aquí y allá con desesperación. Luego, tuvo el coraje de tomar el celular y seguir hablando con su hermana.
     –Yannette –dijo Victoria.
–Hermanita nuestro padre falleció en mis brazos, su muerte fue muy rápida.
–No puedo creerlo –dijo Victoria llorando mientras pensamientos y imagines de su padre pasaban por su mente.
–Yo tampoco –contestó su hermana llorando.
Victoria pensó que a lo mejor su padre había tenido un ataque y todavía estaba vivo. Por eso le dijo a su hermana que llamaran a otros doctores.
–Victoria, yo sé que es difícil de aceptar, pero ya está el certificado de defunción –dijo ella enternecida.
Victoria sintió mucha desesperación pensando que a su padre lo habían dado por muerto cuando a lo mejor había tenido un ataque. Ella se disgustó con su hermana y cortó la llamada. Lo ocurrido le dio rabia. Victoria se puso furiosa. Pensó que seguramente estaban aburridos con su padre enfermo y por eso no les importó pedir una segunda opinión. Después que lloró por un rato, ella llamó a su hermana otra vez y le dijo que por favor llamará a otro médico.
–¿Si quieres que llame a otro doctor para que quedes conforme… lo haré? –dijo Yannette.
–Sí, por favor –le dijo Victoria como si hubiese despertado de una pesadilla.
       Muchos recuerdos, conversaciones, y imágenes bonitas de su padre pasaron por la mente de Victoria. En su mente, vio la imagen de su padre muy clarita. En un instante, muchas preguntas existenciales pasaron por su mente, como la idea de que su padre seguía existiendo en el mundo espiritual y su memoria, pero no en el mundo físico.
Minutos más tarde, Victoria se dio cuenta que su petición que un segundo médico viera a su padre sería inútil, pues su padre ya había fallecido. Entonces, pensó que su familia ya lo tiene que haber estado vistiendo para ponerlo en el ataúd. Mientras ella reflexionaba, su hermana Yannette la pasó a su hermana Carmen.
–Victoria, ¿cómo estás? –contestó Carmen con su voz quebrada.
–¿Es verdad que nuestro padre falleció? –preguntó Victoria con voz trémula.
–Si Victoria –contestó su hermana.
–¿Está tibiecito todavía? –preguntó Victoria llorando.
–Sí.
–A lo mejor aún está con vida.
–No –dijo Carmen –el médico, su yerno, ya dio su diagnóstico final.
–Pero… trata por favor, de revivirlo dándole respiración boca a boca, así podría reaccionar –Victoria dijo con desesperación.
–Está bien –escuchó decir a Carmen y fue a darle respiración boca a boca a su padre.
La comunicación se cortó. Temblando, en un estado de trance, Victoria caminó a la ventana de su oficina y la abrió. Afuera, el cielo azul estaba cubierto con nubes oscuras mientras lloviznaba. Mientras las lágrimas caían por las mejillas de Victoria, ella se preguntaba ¿Por qué papá no esperaste un poco más? ¿Por qué no me dejaste verte vivo?” Sin dejar de llorar, pensó que debía viajar a Chile lo más pronto posible.
Le dijo a su secretaria que cancelara todas las sesiones para ese día y por dos semanas.
Luego, llamó a varias agencias de viaje, pero ninguna le respondió. Con desesperación, se sentó en un sofá en un estado de trance. Después se puso de pie y dijo en voz alta: ¡Papá ayúdame! Tengo que llegar a tu lado y verte por última vez.”
Rápidamente, Victoria salió de su oficina rumbo a su departamento. Afuera estaba lloviendo. Corrió bajo la lluvia hasta su Range Rover. Cuando subió al vehículo, ella aceleró y condujo muy rápido. Aunque ella se sentía muy triste y sus lágrimas le corrían por sus mejillas, ella tenía la esperanza que de alguna manera iba viajar a Chile.
Ella disminuyó la velocidad cuando entró al estacionamiento. De regreso en su departamento, ella se sentó en un sofá en el living room y rápidamente comenzó a buscar información en la Internet sobre vuelos a Chile. En algunas agencias de viajes, le respondían, “No hay vuelos a Chile.” En otras, le preguntaban si tenía pasaporte. ¡Ella no lo tenía! Buscó información acerca del pasaporte en la Internet.  Era el atardecer y ella todavía no tenía un billete de avión o el pasaporte. Desesperada, ella no sabía a dónde acudir en busca de ayuda para conseguir un vuelo a Chile o un pasaporte. Victoria no era de las personas que se daban por vencidas con facilidad. Después de haber estado como una hora pensando cómo poder conseguir un pasaporte y viajar a Chile, de repente, como si un ángel de la guarda la hubiese guiado a buscar la oficina principal del pasaporte en Washington, llamó allí. Tan pronto que se identificó y le explicó su situación a una persona, ella arregló una cita para el día siguiente a las 9:00 de la mañana para hablar con alguien en el edificio federal en Honolulu, donde emitían pasaportes. Victoria sintió un gran alivio. Nunca pensó que las personas de ahí iban a ser tan humanitarias. Luego se dejó caer en un sofá llorando mientras pensaba en su padre y en su pasaporte.  Ella se decía que gracias a Dios se había conseguido una hora para obtener el pasaporte.
Esa noche, casi no pudo dormir. Mientras lloraba, le dieron deseos de llamar a alguno de sus amigos, pero luego pensó que era bueno de llorar. Ella sabía que si llamaba a alguno de sus amigos, él o ella iba a  tratar de consolarla para que no llorara. Pero, ella necesitaba  llorar para liberar su tristeza. La inseguridad si iba a poder conseguir un vuelo a Chile la hacían sentirse muy triste y desesperada.




CAPITULO II


    Al amanecer, la mañana siguiente, con la esperanza que le iban a poder dar un pasaporte en el Edificio Federal, Victoria todavía estaba llorando recostada en un sofá del living room. Tenía sueño, pues había pasado la noche en vela. Cuando el sol apareció en el horizonte, se puso de pie, se bañó, y se vistió con un vestido blanco y zapatos beige. Luego se dirigió a la oficina de pasaportes. No se maquilló esa mañana. Cuando se subió a su vehículo, ella pisó con fuerza el acelerador y el tiempo pasó volando. Antes de llegar al edificio federal, se detuvo en un estudio fotográfico y le sacaron una foto para su pasaporte. Ella no podía contener sus lágrimas mientras la persona trataba de tomarle una foto. En la foto, se veía joven como una adolescente, pero con sus ojos hinchados y enrojecidos de tanto llorar.
 En el Edificio Federal, ella se estacionó y bajó de su vehículo rápidamente y se dirigió al enorme edificio de concreto de dos pisos y ventanales grandes. Eran como cinco minutos para las nueve cuando llegó. Entró a un lobby y luego a la oficina de pasaportes.  Un vigilante que estaba detrás de un mostrador le sonrió y le preguntó:
     –¿Tiene hora?
     -Sí.
     -Por favor llene este formulario –él le tendió un formulario para que ella llenara.
     Cuando lo llenó y se lo dio de vuelta al vigilante, él le dijo que esperara sentada hasta que llamaran su número. Ella le dio las gracias y se dirigió a un asiento. Se sentó y le echó un vistazo a la fotografía para el pasaporte. Sus lágrimas no paraban de correrle por sus mejillas. Ella nunca pensó que iba a pasar por tal tristeza.
    Más tarde cuando la llamaron, ella se acercó a una ventanilla y un hombre la saludó y le preguntó en que podía ayudarla. Ella le dijo su nombre y le explicó que había llamado a la oficina central de pasaportes en Washington y que le habían dado una hora para conseguir un pasaporte.
    -Señorita Wellington, por favor dígame si tiene el itinerario de su vuelo a Chile –le preguntó el agente.
    -No lo tengo.
    –No puede hacer ningún trámite de pasaporte si no tiene el itinerario de su viaje –contestó el hombre.
–Es un viaje de emergencia. Mi padre falleció y no he podido encontrar ningún vuelo –le señaló Victoria.
–Lo siento, pero necesito ver su itinerario –contestó el hombre.
–Ayer vi que había un vuelo para hoy en la tarde –le dijo Victoria.
–¿Pero cuál es el itinerario? –insistió el hombre.
–Sale hoy día a las nueve veinte de la noche y llega a Los Angeles mañana en la madrugada y está llegando a Santiago de Chile a las cinco veinte el sábado en la mañana.
–El itinerario tiene que llegar aquí en forma escrita –insistió el funcionario.
–¿Tiene Ud. que verlo? –le preguntó Victoria frustrada.
–Sí –le contestó él escuetamente.
–Por favor, vea si puedo conseguir un pasaporte sin un itinerario de vuelo.
–No se puede –le insistió el hombre.
–Trataré de buscar un vuelo… Muchas gracias, ¿puedo volver sin hacer otra cola? –le dijo Victoria angustiada y con sus ojos hinchados de tanto llorar.
–Sí, claro –contestó él.
Victoria Salió del edificio y llamó a Walton Bransford, uno de sus mejores amigos psicólogos, para que le consiguiera un vuelo a Chile lo más pronto posible. Walton estaba trabajando en ese momento, pero le dijo que no se preocupara porque le iba a conseguir un vuelo a Chile. Sin el itinerario, ella no podía obtener un pasaporte y viajar a su país. Las horas pasaban mientras esperaba que su amigo lograra ayudarla. Como a las 11:00 de la mañana, él la llamó para decirle que había encontrado el esperado vuelo. El itinerario lo iban a faxear de inmediato. Victoria esperó una hora y como no lo faxeaban entró a la oficina una y otra vez, para saber si habían enviado el fax con el itinerario del vuelo.
–¿Llegó el itinerario de mi vuelo? –le preguntó Victoria al funcionario.
–No todavía –le respondió él.
     Victoria le preguntó a ese funcionario si podía avisarle cuando llegara el itinerario. Él le contestó que “sí.” Victoria le dio su nombre y salió de la oficina. Ella lloraba mientras caminaba por el pasillo hacia un ventanal de vidrio de piso a techo con vista al césped salpicado con flores de los árboles. De pie junto a la ventana, recorría con su mirada el césped mientras lloraba pensando que a su padre lo estaban velando. Ella estaba desesperada por la inseguridad si le iban a dar un pasaporte.  Ella había escuchado que los pasaportes se demoraban al menos dos semanas. El sol radiante lo inundaba todo, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. A veces lloviznaba.
Rato después, desesperada, Victoria volvió a la oficina y le preguntó al funcionario si había llegado el fax con el itinerario.
–No señorita –le contestó él.
–Dijeron que lo iban a enviar de inmediato –señaló Victoria.
–¡Pero no ha llegado! –le contestó él con molestia.
Victoria salió de la oficina y fue a mirar nuevamente a través de la ventana. Las horas pasaban y no le avisaban.
Ella volvió nuevamente a la oficina y le dijo a otra persona que la ayudara.
–¡Por favor ayúdeme! –le suplicó Victoria.
–Sí… ¿dígame? –le preguntó la funcionaria.
–Son ya las 1:00 de la tarde y mi itinerario de viaje que tenían que faxearme todavía no llega –le respondió Victoria con angustia.
La funcionaria le pidió su nombre,  “Victoria Wellington” le contestó ella. La funcionaria lo anotó y fue a ver si el fax con el itinerario de su vuelo había llegado. Este no había llegado.
–Por favor… ¿Podría buscar el itinerario de mi vuelo en la Internet? –le preguntó Victoria.
–Es ilegal hacer eso –le contestó la funcionaria.
–¡Por favor ayúdeme! –Victoria le suplicó.
La funcionaria la miró: –Bueno… lo intentaré –le dijo compadecida.
Después de un rato la funcionaria apareció con la información que Victoria tanto esperaba.
–Muchas gracias –le dijo Victoria muy agradecida.
La oficina la cerraban en una hora más. La funcionaria le pidió otros datos y comenzó a llenar la solicitud para completar la información de su pasaporte. Durante un momento, Victoria salió del edificio mientras le confeccionaban su pasaporte. Caminando por un pasillo que tenía un techo de doble altura, Victoria sintió alivio de haber conseguido el itinerario y poder viajar para ver a su padre, pero también se sintió triste al pensar que a él ya lo estaban velando.
Afuera del edificio mientras esperaba el pasaporte, ella llamó a su hermana.
–Yannette… ¡me conseguí el pasaporte y estoy segura de que viajo! –le dijo con convicción.
–¡Qué bueno! –contestó su hermana.
–Llegaré el sábado, a las 5:20 de la mañana.
–Pero, a mi padre lo sepultarán el viernes en la tarde.
–Por favor… consigue que me esperen un día más –le dijo Victoria.
–Conversaré con las personas para decirte si se puede esperar hasta el sábado –le contestó su hermana.
–Estaré muy feliz de ver por última vez a mi padre… aunque sea en el ataúd –dijo finalmente.
Tratando que nadie se diera cuenta, Victoria lloraba y sollozaba discretamente bajo el sol brillante de ese día mientras caminaba por el césped del jardín del Edificio Federal.
Minutos más tarde, llamó a su hermana otra vez y ella le contestó que sí se podía esperar. En algunos momentos le costaba respirar y dejaba caer sus lágrimas mientras su hermana le contaba que su padre se veía muy sereno en el ataúd, mientras los presentes le rezaban.
Por suerte, en menos de media hora, le entregaron su pasaporte a Victoria.
-Aquí tiene su pasaporte, señorita –le dijo la agente de pasaportes.
     -Gracias, señora –le dijo Victoria muy agradecida.
Enseguida, Victoria se apresuró a su Range Rover mientras se sentía más tranquila y se decía, “Gracias a Dios me conseguí el pasaporte que tanto esperaba.” Muy triste, se subió a su vehículo, salió del estacionamiento, y viró hacia la calle donde se encontraba Ala Moana Shopping Center. Luego comenzó a lloviznar y después… a llover torrencialmente. Conducía a alta velocidad. Su vuelo salía a las 9:20 de la noche. Por eso tenía que hacer sus compras de ropa, rápidamente, pues no tenía ropa negra. Sabía que su familia tradicional andaría usando negro, por eso, ella también tenía que usar ropa de ese color.
     Ya en el shopping center, primero compró zapatos, luego algunos trajes negros de marca Channel y finalmente los bolsos y maletas.
En el interior del shopping, se escuchaba el bullicio de las personas que caminaban en todas direcciones.
     Luego, cuando salió del centro comercial, se precipitó a su vehículo y condujo hacia su departamento. Afuera, ya estaba oscuro. Durante el camino, ella llamó a Walton para  que la llevara al aeropuerto. Entonces, tan pronto que Victoria llegó a su departamento, ella puso la ropa en la mesa del living room y comenzó a sacarles las etiquetas. En eso estaba cuando Walton llegó y la ayudó a sacarle las etiquetas a las ropas. Ellos eran casi de la misma edad y se llevaban muy bien. De repente cuando Walton tomó una blusa blanca, un sostén se enredó en un botón de la blusa. Trató de desenredarla, pero parecía que el sostén estaba pegado a la blusa. Victoria rió un poco avergonzada cuando tomó el sostén y trató de desenredarlo. Las horas pasaban y afuera seguía lloviznando. Entonces, terminaron el embalaje de las ropas en la maletas. Por fin, estaban listos para salir. Ella estaba cansada y sentía hambre, pero ni siquiera tuvo tiempo para comer algo.  Ni siquiera se cambió de ropa  porque tenía que estar en el aeropuerto de Honolulu una hora y media antes de la salida a las 9:20 de la noche. Ya eran las ocho y diecisiete.


CAPITULO III


En minutos, Victoria y Walton salieron y se precipitaron al aeropuerto en el vehículo de él. Ella sudaba mientras conducían a través del tráfico denso en Waikiki. “Oh, Dios mío,” Victoria susurró con ansiedad mientras avanzaban lentamente hacia el aeropuerto. Era tarde y había mucho tráfico. Él hizo un gesto frustrado cuando el tráfico ni se movía.
    -Dios mío, el tráfico no avanza –dijo Victoria desesperada.
    Él se levantó un poco de su asiento y asomó su cabeza por la ventanilla. Pasándose las manos por su pelo, él le dijo:
    -Debemos girar a la izquierda en el siguiente semáforo para salir de este atasco.
   -Está bien, sólo quiero llegar al aeropuerto a tiempo -le dijo Victoria con desesperación.                             A ella le hubiera gustado de salir del vehículo y correr hacia la otra calle paralela para tomar un taxi al aeropuerto. Ella sabía que de alguna manera tenía que llegar a Chile. Por suerte, salieron del atasco de tráfico y entraron en la autopista. Walton condujo peligrosamente sobre el límite de velocidad en la autopista despejada. Cuando estaban a mitad de camino al aeropuerto, ella se sentía arrepentida de no haber llamado a su ex novio. Mientras conducían en silencio, ella deseaba que su exnovio no hubiese sido tan controlador y celoso. Ella recordó que habían peleado porque él había hecho un escándalo cuando la vio conversando con un amigo. Al principio, ella pensó que su romance iba a terminar como en un cuento de hadas donde el príncipe y la princesa viven felices para siempre, pero él se puso demasiado posesivo. Entonces, llorando, le dio las gracias a Walton por haberla ayudado. Durante el camino, su amigo trató de consolarla, pero ella lloró todo el camino al aeropuerto. Las lágrimas rodaban por sus mejillas mientras recordaba a su padre feliz cuando conversaron la última vez que lo vio.
     Entonces, llegaron al aeropuerto y se estacionaron al lado de la acera al frente de la aerolínea check in.  Muchas personas entraban al aeropuerto. Con lágrimas en sus ojos, Victoria rápidamente se bajó mientras su amigo sacaba su equipaje del porta maletas.
     Enseguida, ellos corrieron hacia dentro del aeropuerto a través de la multitud con las maletas y los bolsos a cada lado mientras las lágrimas corrían por la mejillas de Victoria. Adentro del aeropuerto, mientras corrían hacia el mostrador de American Airlines, se escuchaba el murmullo de los altavoces que anunciaban las llegadas y salidas de vuelos.
      Entonces, ella sollozando le dijo adiós a Walton.
      -¡Muy buen viaje, Victoria! –le dijo él con un abrazo y beso en la mejilla.
      -Gracias -le dijo ella.
       En minutos, ella chequeó su equipaje. Entonces, cruzó el control de seguridad y entró en la sala de espera de pasajeros a la puerta del avión. En un mesón, le mostró su billete de avión a un agente de la línea aérea y él le dijo que esperara hasta que otro agente de la aerolínea abriera la puerta del avión. Mientras ella esperaba de pie, de repente, un destello de recuerdos de su ex-novio pasaron por su mente. Ella trató de evitar de pensar en esos recuerdos, pero entonces, dejó que las visiones continuaran. Sintió un poco de remordimiento de haber roto su romance con él cuando en ese momento lo echaba de menos. Ella deseaba que él hubiese estado ahí abrazándola, besándola, y susurrándole palabras amorosas. Entonces, se preguntó, “¿No sería bueno si estuviera viajando conmigo? Yo le diría que dejara todo para que se fuera conmigo. Sintió que lo amaba y necesitaba estar con él. Victoria estaba sintiendo los dos extremos de amor y tristeza. En pocos minutos, cuando un agente de la aerolínea dijo que  la puerta de embarque estaba abierta, ella dirigió sus pensamientos y atención lejos de su ex-novio.
     Pero luego mientras ella se subía al avión que la llevaba a Los Angeles, ella deseaba que su exnovio le hubiese gritado,  “Te quiero, Victoria.” Se imaginaba cómo la habría besado y tomado en sus brazos. Aunque anhelaba estar con su ex novio y arrojarse en sus brazos, ella sabía que era mejor dejar de pensar en él. Ella se sentía culpable por haber pensado acerca de su ex novio cuando debería haberse concentrado en el duelo por su padre.
Después que abordó el avión que la llevaba a Los Angeles, se sentó en la fila del medio con expresión triste y preocupada. Las lágrimas corrían por sus mejillas rosadas. Su vestido blanco la hacía verse más pálida y su pelo rubio sobresalía entre otras personas con el pelo oscuro.
Esta vez ni siquiera se dio cuenta cuando el avión despegó. Solo lo hizo cuando éste había tomado altura. A menudo, las azafatas le preguntaban a los pasajeros si necesitaban algo. Se quedó dormida sollozando. Solo despertó cuando las azafatas comenzaron a ofrecer comida. Ella no se sirvió nada. Ella sólo quería llegar luego al lugar en que estaba su padre.
Ella tuvo que arrebozarse con una frazada, pues hacía frío. Siguió durmiendo y sólo despertaba con los vaivenes del avión.
Ese día, el vuelo a Chile con escala en Los Angeles, California y Perú iba a demorar como doce horas. Durante el vuelo de Honolulu a Los Angeles, Victoria durmió casi todo el viaje.
A las cuatro de la madrugada, el capitán del avión anunció que los cielos estaban despejados en Los Angeles y que aterrizarían como en una hora y veinte minutos. Entonces, ellos se aproximaban al aeropuerto.
    –Señores pasajeros, su atención por favor –Victoria escuchó decir al capitán, por los parlantes del avión. Luego, el copiloto agregó: –la compañía Aerolíneas Americanas anuncia la llegada de su vuelo quinientos diecisiete a Los Angeles, California en quince minutos.
Luego, el avión se preparó para aterrizar. Después de algunos minutos, estaban sobrevolando el Aeropuerto Internacional de Los Angeles. A bordo del avión, la azafata dijo por los parlantes:
–Señores pasajeros, por favor colóquense el cinturón de seguridad pues vamos a aterrizar.
Enseguida, el avión aterrizó. Victoria llegó al aeropuerto de los Angeles a las cinco veinte horas como estaba establecido en el itinerario. Sacó el bolso de mano que había colocado en el compartimiento de arriba y el otro que tenía bajo su asiento. Luego salió del avión. Mientras caminaba por el lobby del aeropuerto, escuchó a muchas personas que hablaban en castellano y inglés.
–¡Qué gentío! –pensó.
Pasajeros de diversas partes del mundo caminaban para uno y otro lado. Sin dejar de pensar en su padre, fue a un restaurante para tomarse  un vaso de leche con chocolate. El avión de Los Angeles a Chile, despegaría a las 1:20 horas de la tarde, pero tenía que estar en el aeropuerto una o dos horas antes. Quiso salir del aeropuerto para ir a conocer la ciudad, pero luego pensó que podría perderse. El tiempo pasó muy rápido. Como a las 12:20 de la tarde en el aeropuerto internacional de Los Angeles, anunciaron por los parlantes:
–Señores pasajeros, su atención por favor, LAN Chile anuncia la salida de su vuelo 777, con destino a Santiago de Chile.
Victoria caminó entre la gente y el bullicio de muchos pasajeros a chequear sus bolsos. Luego fue a la puerta número 17 para subir al avión. Había un grupo de pasajeros frente al mesón donde tenía que mostrar el número de su vuelo y asiento. Mientras esperaba para mostrar sus bolsos, una auxiliar de la línea aérea le habló:
–Señorita, usted puede viajar sólo con un bolso y una cartera.
–Éste es mi bolso y ésta es mi cartera –le contestó Victoria tocando sus cosas.
–Tiene que dejar un bolso. Decida Ud. ¿Cuál lleva y cuál deja?
–Necesito mi bolso y también mi cartera.
–Ese bolso es muy grande para ser una cartera –le señaló la mujer a Victoria.
–Bueno, está bien –respondió Victoria.
En uno de los bolsos estaba su ropa oscura y en el otro su laptop. Después que la auxiliar de la línea aérea pesó los bolsos, Victoria le dijo que dejaría el bolso con su laptop. Como quince minutos más tarde, la auxiliar se acercó a Victoria nuevamente y le dijo:
–La dejaré que suba con ellos, pero si hay personas que no tienen lugar para colocar sus bolsos, usted tendrá que dejar uno.
–Está bien, muchas gracias –respondió Victoria.
En cinco minutos, Victoria mostró su número de asiento en el mesón de embarque y luego caminó al bus rumbo al avión.
Enseguida mientras subía las escaleras del avión, un joven alto se le acercó y le dijo:
–Buenas tardes señorita, ¿puedo ayudarla?
–Sí por favor –contestó ella, mientras le pasaba los bolsos y le daba el número de su asiento
–Es un gusto –respondió el joven.
–Muchas gracias –le dijo Victoria.
     Ella caminó agradecida detrás de él. Un poco inquieta, ella se sentó. Luego se sintió segura de que la auxiliar no la encontraría para decirle que sacara un bolso. Victoria se sentó en una fila del medio donde había tres asientos. No quería sentarse al lado de la ventanilla. Al poco rato después, el asiento de la derecha se desocupó. Muy pronto, los asientos del avión se llenaron de pasajeros. Antes de despegar, el capitán del avión dijo por micrófono: –Señores pasajeros, les solicito colocarse los cinturones pues vamos a despegar. Les deseo un feliz viaje a Santiago de Chile, con escala en Lima, Perú.
Como Victoria no hallaba las horas de llegar a Chile, las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas cuando escuchó las palabras Santiago de Chile. El viaje duraba como siete horas. Más tarde, las azafatas comenzaron con sus carritos a distribuir comida a los pasajeros. En el avión, la música clásica la hizo sentirse más triste y desesperada. Pensaba que tan sólo podría ver a su padre por la ventana del ataúd. Las lágrimas nuevamente corrían por sus mejillas. Después de un rato, las azafatas le sirvieron queque con mermelada de durazno. La comida estaba buena. La Coca-Cola estaba muy refrescante. A veces, el joven atractivo que la había ayudado con los bolsos, la miraba y sonreía. Ella no quería que la viera llorar. Nunca se imaginó que iba a pasar por esa tristeza tan profunda, pensó mientras comía.
Victoria sentía que sus sueños e ilusiones se le habían derrumbado con la muerte de su padre. Pero también pensó que su padre, desde el alto cielo le daría fuerzas para llegar a ser una escritora famosa. Después que comió, mientras el avión atravesaba el océano pacífico, Victoria se puso a escribir sus emociones para expresar su profundo dolor por su padre. Su mente estaba ocupada con su recuerdo. Ella se dijo, “Escribo esta novela en honor a mi padre y como Shakespeare, me gustaría adaptarla a una obra de teatro o a una película.” Después de un rato miró a su alrededor. Algunas personas conversaban, mientras que otros se deleitaban viendo películas en sus pantallas al frente de ellos. Otros escuchaban música. De repente, las azafatas pasaron ofreciendo Coca-Cola, agua, o vino. Hora más tarde, les sirvieron la cena. El pollo asado con arvejas, puré de papas, ensalada de tomate, y el postre de uvas con queque se veían deliciosos, pero nada le apetecía.
–Vino tinto, por favor –le solicitó a una azafata, pues quería quedarse dormida.
–Si, como no –contestó ella.
Pronto Victoria se tomó unos sorbos de vino. Luego se tomó, al seco, la copa grande que le dieron. No había bebido vino desde hacía tiempo. Se sintió un poco mareada.
Horas más tarde se despertó. Miró a su alrededor. Había silencio en el avión. De vez en cuando, escuchaba a algunas personas caminar por el pasillo hacia el baño.
Luego, el piloto anunció que el avión aterrizaría en una hora.
El avión hará una escala de una hora, en Lima, por eso se les recomienda a los señores pasajeros que no se bajen.”
Victoria comenzó a sentir frío mientras se aproximaban a Lima. A los pocos minutos, la aeronave estaba aterrizando en el aeropuerto de Lima.
Durante la escala, ella no podía contener sus lágrimas. Algunas personas bajaron y otras subieron al avión. Una hora más tarde, el avión despegó con destino a Santiago, mientras Victoria pensaba sobre la novela que había comenzado a escribir sobre su padre. Ella se preguntaba si la escribiría en tiempo presente o pasado. El tiempo pasado la hacía sentir que no estaba sufriendo por la muerte de su padre. Un minuto más tarde, ella no dejaba de preguntarse cómo sería si escribiera su novela en el tiempo presente. Pensó que su espíritu lloraba como una tempestad con truenos y relámpagos.
Dos horas antes de que el avión aterrizara en Santiago, abrió un bolso que tenía debajo del asiento, sacó una chaqueta negra, un pantalón negro, y zapatos blancos. En el baño, se cambió la ropa y luego retornó a su asiento. Mientras hacía esfuerzos por no llorar, más le corrían las lágrimas.



CAPITULO IV


Hacía mucho frío  el sábado a las cinco veinte de la madrugada cuando el avión que la traía a Victoria aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Santiago. Triste con sus ojos llenos de lágrimas dio vuelta su cara hacia la ventanilla del avión y vio mucha neblina en medio de luces. Luego, entre un montón de personas, se abrió camino y bajó rápidamente. Afuera fue a la aduana para mostrar su pasaporte y conseguir visa de turista. Entonces fue a buscar sus maletas. Después, mientras caminaba tiritando de frío y tristeza, respiraba profundamente para no llorar tanto y salir del aeropuerto. De repente, vio a su madre, quien era alta, rubia, y de alegre ojos azules, que en ese momento se le veían hinchados de tanto llorar. Ella estaba junta a su hija menor, Yannette, esperando a Victoria en medio de un amontonamiento de personas. Su madre y su hermana se veían muy tristes con sus abrigos negros y botas negras. No las había visto hacían muchos años. En un primer momento no las reconoció, pues se veían distintas. Pero después, Victoria se apresuró para encontrarse con ellas. Nunca pensó que las iba a ver tan triste. Le dieron ganas de llorar fuerte, pero con esfuerzo se retuvo.
–Hija, tu padre –le dijo su mamá llorando y Victoria la abrazó llorando también mientras su hermana lloraba a su lado para compartir su duelo.
Después que se saludaron, caminaron hacia fuera del aeropuerto y se dirigieron al Range Rover de su hermana. El frío llegaba a rasguñar su piel esa madrugada. Victoria se dio cuenta que su madre estaba mucho más delgada que cuando se había ido a los Estados Unidos. Mientras caminaban, conversaban. En el vehículo, su hermana colocó la calefacción y siguieron conversando.
–Hija, tu padre tiene que estar muy contento con tu venida –dijo su mamá.
–Sí mamá, como hija era mi deber estar aquí –contestó Victoria.
Luego, Victoria se dio cuenta que su madre la miraba en silencio, mientras sus lágrimas le corrían por sus mejillas.
–Gracias a Dios que pudieron esperar un día más –dijo Victoria con su voz quebrada.
–Si… teníamos que esperar por ti –respondió Yannette mientras las lágrimas le corrían por sus mejillas.
Durante un rato, a las tres, se les cayeron las lágrimas, luego siguieron conversando. Más adelante, el Range Rover entró por unas calles angostas. Las casas, a ambos lados de la calle, se veían con sus paredes rayadas con grafito. Se percibía el olor a humo, que salía por las tuberías de las casas. Más adelante, la niebla se veía como humo cuando el vehículo entró a unas calles más anchas. Estaba comenzando a amanecer. Por momentos se empañaban los vidrios con el frío de la mañana. Mientras tanto, Victoria miraba las casas grandes que había en ambos lados de la calle. Poco rato después, pasaron frente a unas casas con grandes jardines. Después doblaron a la derecha y por primera vez, después de muchos años, Victoria divisó los altos pilares de la casona familiar. Desde lejos, se divisaban las lámparas encendidas en algunas piezas que tenían las cortinas corridas. El Range Rover pasó a través de un portón de fierro y siguió por un callejón con árboles altos en ambos lados que daba a la mansión en el interior. Se estacionaron frente a la mansión al lado del jardín. En el patio se encontraba un empleado quien se apresuró a encontrarlas. Se bajaron del vehículo. La casa estaba silenciosa esa mañana. Luego, la gran puerta de la entrada se abrió y Victoria se sorprendió cuando vio salir a una niña blanca como nieve de pelo largo y rubio, ojos azules, como de doce años.
–Mi hija, Katherine –dijo Yannette enternecida.
–Hola tía –dijo su sobrinita corriendo a saludarla con un semblante gracioso, pero con sus ojos lagrimosos.
Victoria se imaginaba que sus sobrinitas estaban más chicas, pero Katherine estaba súper alta.
Era temprano todavía, todos estaban acostados. Caminaron directo a los dormitorios donde estaban durmiendo sus sobrinos, otras hermanas y hermanos. Primero pasaron por el dormitorio de sus hermanas. Triste muy triste llorando se abrazaron. Sus hermanos despertaron al escuchar sus llantos. Luego fueron a sus dormitorios. Se abrazaron llorando sin decir una palabra. Después que conversaron durante un rato. Victoria siguió  saludando a sus otros familiares.
Cuando entró a otro dormitorio, vio a unas niñitas adolescentes que se sentaron en la cama.
–¿Quiénes son ellas? –Victoria le preguntó a Yannette.
–Ella es Yosi. Mi otra hija y ella es Lesly. La hija de Marlenne, nuestra prima –dijo Yannette.
Llorando se saludaron de abrazo y beso. Yosi no tenía la piel tan blanca como Katherine, pero como ella tenía la nariz respingada como su abuelo. Luego fueron a otro dormitorio.
–Marlenne –dijo Yannette.
Se abrazaron llorando. Victoria encontró a su prima más aseñorada, pero tan blanca como ella. Sabía que se había casado y que tenía dos hijas, Lesly y Pamela quienes eran súper inteligentes. Pamela se estaba recibiendo de asistente social de la Universidad de Chile. Después, Victoria fue a los demás dormitorios. Anduvo harto rato saludando a sus familiares. La casa como de treinta piezas estaba llena con ellos. Luego, su madre le dijo que toda la familia se reuniría en la capilla del Parque del Recuerdo, a las nueve de la mañana. Victoria se acostó. En la cama no podía dormir pensando en las imágenes de su padre. Después de una hora se quedó dormida. Un rato después, con el ruido de las conversaciones que entraba por la puerta de su dormitorio, que estaba entre abierta, despertó. Victoria miró su celular y vio que eran las ocho de la mañana. Ella se levantó, duchó, y cambió de ropa. En el comedor y living y por toda la casa, se encontraban varios familiares que habían llegado y seguían llegando para ir a la capilla donde estaban velando a su padre. Algunos lloraban mientras otros conversaban. Algunas señoras que sabían el Rosario lo rezaban en la capilla.




CAPITULO V


A las nueve de la mañana, los familiares y sus amistades se juntaron tristemente para ver por última vez a su padre. Ese día, mi hermana Yannette manejó su Range Rover. En él, algunos de sus hermanos, hermanas, y su mamá se fueron al Parque del Recuerdo. En silencio, Victoria sentía que sus lágrimas le corrían por sus mejillas. Todos sabían que ese día sería la última vez que lo verían. Estaban destrozados de pena.
Cuando llegaron al Parque del Recuerdo, vieron su imponente puerta de entrada, muy alta, de fierro macizo. Al entrar, vieron sus hermosos jardines llenos de flores y césped. Después que el vehículo se estacionó, caminaron rumbo a la capilla por unos pasillos con techos altos con piso de granito. Se sentía música clásica… de Sebastián Bach. La música los hacía sentirse más triste. Antes de entrar a la capilla, Victoria escuchó que le estaban rezando a su padre. La puerta de la capilla estaba abierta. Llorando, ella vio el ataúd de su padre que se encontraba cubierto de flores. Sus familiares y amistades lo rodeaban. Era café, tallado con la imagen del papa Juan Pablo Segundo. Llorando, Victoria miró a su padre a través del vidrio del ataúd. Ella se dio cuenta que la cara de su padre estaba estiradita. Le costaba verlo porque sus ojos lloraban. La pena y la profunda tristeza la desesperaron.
–Antes de que llegaras, tu padre tenía una lágrima en el ojo derecho –dijo su madre llorando.
–Pero ahora no la tiene –contestó Victoria llorando mientras lo miraba y lo encontraba tan delgado y diferente como lo había visto por última vez.
–Si hija –contestó su mamá.
–Creo que fue la lágrima que hizo posible que viniera –le respondió Victoria.
–Tu padre tiene que estar feliz de que estés aquí –dijo su mamá.
Victoria besó el vidrio sobre la cara de su padre y le dijo –Papá, te quiero muchísimo y gracias por permitirme verte otra vez.
Los familiares más cercanos rezaron el Rosario alrededor de su padre mientras sus amigos rezaban a su lado. Después, se sentaron alrededor de su padre. La capilla adentro y afuera estaba llena de familiares y amigos. Victoria también vestía un traje negro. Muchos familiares y amigos se le acercaron a Victoria para abrazarla y darle el pésame. Uno de los jóvenes se le acercó.
–¿No me conoce? –me preguntó.
Victoria lo miró y luego lo reconoció que era uno de sus sobrinos que estaban chicos cuando ella se fue al extranjero. Ahora su sobrino estaba súper alto. Algunos de sus sobrinos andaban vestidos con uniformes de las fuerzas armadas. A veces rezaban. Victoria dispuso que los familiares y amigos hablaran de anécdotas o experiencias bonitas con su padre. Desde el cielo su padre tiene que haberlos escuchado. Una de las anécdotas, se refería a lo ocurrido una vez en el campo, cuando su padre estaba recostado bajo la sombra de un árbol y un ternerito se le acercó. Luego, poco a poco este animalito le sacó el pañuelo del bolsillo del pantalón y como un niño desordenado corrió por el campo y se lo comió.
Más tarde rezaron nuevamente. A las cuatro de la tarde, sacaron a su padre para sepultarlo en el patio santo del Parque del Recuerdo que es el lugar más prestigioso de Chile. Lo pusieron en un carrito y lo llevaron lentamente al lugar de su entierro, mientras ellos caminaban detrás de él. Minutos después llegaron al lugar. Habían colocado un toldo, muchas flores y varios asientos. A su padre lo colocaron sobre hartas flores. Los familiares más directos se sentaron frente a él. Le rezaron y luego se escuchó la canción “Viejo Mi Querido Viejo,” de Leo Dan que era su canción favorita. Luego se pusieron de pie para escuchar un discurso del nieto mayor, regalón de su padre.
Los familiares y amigos, lloraban mientras escuchaban el discurso. Antes de bajar el ataúd, un sacerdote lo bendijo con agua vendita y ellos le rezaron y lo miraron por última vez. Llorando, miraban el cuerpo de su padre que lentamente bajaba cubierto de flores al paraíso del Señor Jesucristo. Abrazados se consolaban pidiendo que el señor Jesucristo lo recibiera con los brazos abiertos y en paz.
Después que lo sepultaron, caminaron en silencio de regreso al estacionamiento, subieron al Range Rover y salieron del Parque del Recuerdo con una sensación de pérdida y profunda tristeza. Desde afuera miraban el lugar donde estaba su padre. Nuevamente las lágrimas rodaban por sus caras.
–Se quedó en un lugar con muchos árboles y flores… como su campo –dijo su mamá sollozando.




CAPITULO VI



Al día siguiente al amanecer, en medio de la tristeza y frío, Victoria subió al segundo piso de la mansión con una humeante taza de café. De pie en el balcón de la biblioteca, contempló el jardín pensando en su padre mientras tomaba sorbos de café. El cielo estaba pálido, pero mientras éste cambiaba de color, ella se decía que ahora nada era igual sin su padre. Sentía nostalgia de pensar que ya no escucharía las conversaciones interesantes de él. Esa mañana, fue difícil de describir sus emociones mientras ella recordaba y revivía el pasado con su padre. Ante la muerte de su padre, Victoria sintió que todo el pasado volvió a despertarse en lo más profundo de ella. Su padre era médico pero le gustaba mucho su fundo. Él era el mayor de dos hermanos. Cuando niño tenía una nana que les hablaba en castellano e inglés Británico. En los veranos, sus padres, su hermana, y él, quienes eran muy blancos y tenían los ojos azules, viajaban muy seguidos a Inglaterra y Francia, pues todavía tenían familiares allá. Su padre y su hermana hablaban inglés con acento británico. Cuando tenía diecisiete años, su padre entró a la Universidad Católica a estudiar medicina. Estudió por un tiempo y después se cambió de carrera. Le gustó estudiar psicología. Siguió estudiando esa carrera. Con su personalidad amable se ganó el cariño de todos sus compañeros. Tenía carisma y era un gran conversador. Su padre atraía a las personas. Las mujeres se enamoraban fácilmente de él. Después de un año, volvió a la carrera de medicina y se graduó como médico. Por un tiempo ejerció su profesión, pero luego se incorporó a la escuela militar.
En el verano del 1945, cuando era oficial de ejército, su padre conoció a su esposa en una fiesta de gala en la escuela militar. Él vestía su uniforme. Las mujeres lo encontraban seductor y lo miraban. Pero él se enamoró de la madre de Victoria, a primera vista.
Ella estaba estudiando en una escuela normal para ser profesora de literatura inglesa. Él no quiso seguir la carrera militar. Se retiró y se casó con la mujer que amaba pensando que iba a trabajar como médico.
Se fueron a vivir a una casa grande del fundo de ella en el sur de Chile. Al año siguiente, días antes de la Navidad nació, Magaly, su primera hija. Al año siguiente, Carmen. Ambas eran muy rubias y de ojos azules. Después nació Hugo, después Victoria, y luego sus hermanos Yannette y Roberto.
Sus padres le habían contado a Victoria que tenían nanas y varios empleados para que hicieran las cosas. Por eso, cuando eran niños, muchas veces, su papá y su mamá los sacaban en coche a pasear alrededor del jardín. Las nanas les ayudaban mientras los empleados cocinaban o limpiaban alrededor. Después de veinte años, la hija mayor se casó y en ese año tuvo su primer hijo. Su padre estaba chocho con su nieto. Con él salía a recorrer el fundo. El nieto era rubio como sus padres y abuelos. Su hermana y su esposo eran médicos. A veces, dejaban a su hijo con sus padres. El año siguiente, su hermana tuvo una hija. Era rubia y de ojos azules. Su hermana y su cuñado también dejaban a su hija en la casa de sus padres. Un año después, nació otro hijo. Él, como su hermana, creció más cerca de sus padres, que de sus abuelos.
Magaly y su esposo seguían la tradición de tener empleados que usaban uniforme. Su hermana Magaly invitaba a sus padres a las termas o a piscinas temperadas. Su padre y su madre las disfrutaban con sus nietos. De vez en cuando, los niños querían meterse en la piscina de la casa, pero ésta no estaba temperada en el otoño y invierno. A sus padres les encantaba ir con su hija, yerno, y nietos a las cabañas que tenían piscina temperada en el invierno. Los niños parecían ingleses. Eran altos y muy rubios. Ellos habían sacado sus títulos muy jóvenes, como el resto de la familia. En la casa, de pequeños se reforzaba la buena educación para que los niños aprendieran. Eso inspiró a Victoria a estudiar psicología cognitiva, con especialidad en aprendizaje en la Universidad de Cambridge. Cuando Victoria estaba en los Estados Unidos y en Inglaterra, su familia insistía en que ella  volviera a Chile.
–Victoria ¿Cuándo vas a venir a tu país? –le preguntaban sus padres cuando conversaban por teléfono.
–Cuando saque mi doctorado en psicología y literatura inglesa –les respondía Victoria.
Así el tiempo se le pasó estudiando en la universidad y obteniendo muchos títulos. Mientras mejor le iba en sus estudios, más títulos quería obtener. Después, no tan sólo quería obtenerlos, sino que también quería construir una Universidad prestigiosa como Cambridge. Para obtener esa meta, escribió algunas novelas y estudios sicológicos. Sabía que iba a obtener dinero publicándolas. Algunas las había escrito en castellano. Otras en inglés y francés. Los escritores más famosos como Hemingway, Fitzgerald, Wordsworth, Shakespeare, Le Carré, Flauvert, Chateaubriand, Balzac, Nerval, Jean de Meun, Thomas Moore, la habían inspirado. Algunas novelas las había escrito desde el punto de vista psicológico y social. Ella casi nunca se tomaba vacaciones. Se lo pasaba todo el tiempo estudiando, trabajando, y escribiendo. Se resistía a viajar a su país, sin haber tenido éxito en todo. Ya había logrado casi todo: Sus estudios, una profesión, y sus novelas. Estaba pensando en publicar las novelas en el verano cuando en Chile era otoño. Pero, no pudo resistir más cuando su padre murió. Sintió que todo lo que había obtenido no tenía la importancia de la vida de su padre.
Debería haber venido a Chile cuando él estaba vivo. Mi hija vino a darme la despedida, mi padre tiene que haber pensado cuando me vio,” ella se dijo llorando.
Ese día que Victoria supo de la muerte de su padre, a ella no le importaban los títulos, novelas, o cosas materiales, pues tan sólo quería estar al lado de su familia. El cambio fue brusco y se deprimió como lo refleja Van Gogh en su pintura “The Starry Night,” en la cual como ella sintió que el mundo se transformaba en un huracán.
Esa mañana, después que Victoria  pensó en su padre, ella bajó al comedor principal para desayunar con sus familiares y amigos. Hacía frío y estaba lloviendo. Victoria no tenía apetito, pero igual se tomó una tasa de leche con café, tostadas con mantequilla y mermelada de durazno. Comieron en silencio. De cuando en cuando alguno decía algo. Al poco rato, ellos terminaron de desayunar y luego se pusieron de pie y fueron a la terraza cuando paró de llover. Ellos dispusieron de dar un paseo por el patio. Pero antes de hacerlo, ellos se colocaron chaquetones. Luego salieron. Ellos se dirigieron al jardín. Ahí, ellos se pararon al lado de la fuente con agua. Ellos recordaron que cuando eran niños les fascinaba de jugar alrededor de la fuente. Mientras conversaban se escuchaba el zumbido de las abejas que volaban alrededor de una enredadera. Entonces, continuaron caminando y fueron a la cancha de tenis. Ahí, Victoria recordó cuando su padre jugaba tenis con ellos. En su imaginación, ella podía escuchar el ruido de la pelota de tenis. De repente, el perro pastor alemán se puso a ladrar y llegó a su lado jugueteando moviendo su cola. Así, ellos se entretuvieron caminando y conversando alrededor.
En la tarde, se reunieron en el comedor y cenaron muy tristes, pues se sentía la ausencia de su padre. A través de los grandes ventanales se veía la neblina, como humo. Estaba lloviznando.
Ese día se acostaron temprano. Mientras dormía, Victoria soñó que veía a  su padre paseando por un jardín. Él caminaba entre rosales, jazmines, claveles, y camelias. Sonreía cuando las flores altas le rozaban su cara. Era primavera. Los tallos de las flores crecían y rápidamente se transformaban en flores. Cuando Victoria trataba de acercarse a él, su padre se elevaba flotando en el aire. Su cuerpo estaba cubierto de flores. Ella corría por el jardín mientras él flotaba alrededor de los árboles y enredaderas que colgaban desde los balcones. Después, él se transformaba en flores y luego volvía a ser él de antes. Victoria despertó llorando. Por un rato pensó en el sueño. Memorias fragmentadas de éste la hacían pensar en el significado de la existencia. Su padre existía en el mundo de las ideas puras como los pensamientos, lo cual la hacía recordar las ideas filosóficas de Platón y Descartes. Luego, mientras pensaba en el sueño, se acordó de un poema de Gérard de Nerval, en el cual el jardín se transforma igual que en su sueño. Se quedó dormida otra vez.








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